martes, 5 de noviembre de 2013

Seda. Alessandro Baricco

Alessandro Baricco presentaba la edición italiana de Seda con estas palabras:

«Ésta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe.

Hervè Joncour trabaja comprando huevos de gusanos de seda. Debido a una epidemia debe viajar hasta Japón para adquirir huevos sanos lo que le lleva a enamorarse de una extraña mujer a la que ni siquiera puede tocar. A partir de ese momento todo cambiará a su alrededor, la relación con su mujer, su inquietud por volver al Japón, pero él sabe que ese es un amor imposible.

Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos, y dolores, que se sabe muy bien lo que son, pero que no tienen un nombre exacto que los designe. Y, en todo caso, ese nombre no es amor. (Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así funciona. Desde hace siglos).

Todas las historias tienen una música propia. Esta tiene una música blanca. Es importante decirlo porque la música blanca es una música extraña, a veces te desconcierta: se ejecuta suavemente y se baila lentamente. Cuando la ejecutan bien es como oír el silencio y a los que la bailan estupendamente se les mira y parecen inmóviles. La música blanca es algo rematadamente difícil.

No hay mucho más que añadir. Quizá lo mejor sea aclarar que se trata de una historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión.»
Una historia dolorosamente contundente, narrada con un estilo dulce, deslizante, ligero, casi intimista y  a veces sensual, sin duda un hermoso cuento donde el contenido es lo de menos sino la forma en la que esta escrito. El autor se vale en la novela de diversos recursos estilísticos propios del lenguaje poético: ritmo y repeticiones, frases cortísimas, suaves… Lo dicho, los capítulos son breves y están escritos con una prosa rozando la transparencia, ausencia casi total de diálogos, el lector es partícipe de las emociones y sentimientos de los protagonistas sólo con sus acciones, como pequeñas y sucesivas ondas circulantes, su lectura va depositando en nuestro ánimo emoción y melancolía a partes iguales. Parece la caricia ondulante de la seda.
 Alessandro Baricco (Turín; 25 de enero de 1958 ha ejercido de crítico musical, periodista, dramaturgo y novelista, creado un taller de escritura, dirigido una película entre otras muchas actividades. Sus admiradores dicen que es uno de los mejores escritores de su generación y sus detractores que es un escritor superficial. Tras la publicación de Seda se convirtió en un fenómeno literario mundial, tal es así que su obra se ha traducido a diecisiete idiomas. Solo en España ha superado las 40 ediciones. Como otras grandes novelas, Seda sugiere reflexiones sobre los complicados tratos entre realidad y ficción. Cuenta Baricco en el prólogo de otra novela, que inventó el nombre de Lavilledieu -el pueblo donde vive Hervé Joncour- uniendo dos nombres que encontró al azar en un mapa. Cuando la novela se hizo famosa, recibió una carta del alcalde de una pequeña localidad del sur de Francia invitándole a inaugurar una biblioteca y recibir un homenaje. El pueblo se llamaba Lavilledieu y, sorprendido, sólo por ese motivo decidió aceptar. Al llegar allí, su asombro fue completo cuando supo que la principal actividad en el siglo XIX había sido la cría de gusanos de seda. No hay mucho más que añadir, salvo quizá repetir aquello que el pianista del salón de Madame Blanche murmuraba en voz baja al final de cada pieza:
-Voilà.

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