Comenzaremos
haciendo referencia al título de la novela, que procede de la obra “Devotions
Upon Emergent Occasions” del poeta metafísico inglés John
Donne y se encuentra en su Meditación XVII escrita en 1624:
« […]
Ningún hombre es, en sí mismo, equiparable a una isla; todo hombre es un pedazo
del continente, una parte de tierra firme. Si el mar se llevara lejos un troz
de tierra, Europa perdería un promontorio, como si se llevara una casa
solariega de tus amigos o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me
empequeñece, porque soy parte de la humanidad. Por eso no quieras saber nunca
por quién doblan las campanas; están doblando por ti.»
Estamos
ante una de las novelas más conocidas de Hemingway, donde refleja lo
comprometido y gran conocedor que era de la realidad española de 1937.
La
historia comienza cuando Robert Jordan, dinamitero norteamericano enrolado en
las Brigadas Internacionales llega al campamento de Pablo, guerrillero
republicano, acompañado por el viejo Anselmo. Jordan, el protagonista, tiene la
difícil misión de demoler un puente tras las líneas enemigas
en el momento exacto que el bando Republicano va a lanzar una ofensiva. Para
ello necesitará el apoyo de la banda de Pablo y de cualquier grupo que opere
por la zona, sin embargo la misión que el ruso Golz le ha encargado a Jordan es
un suicidio a los ojos de Pablo, que está en contra de la misión desde un
principio, llegando incluso a obstaculizarla. Sin embargo, Pilar, esposa de
Pablo, y otros miembros del grupo ven factible cualquier actividad en contra del enemigo.
La
narración se desarrolla en tres días muy intensos, desde que Jordan contacta
con los guerrilleros hasta que tiene lugar el inicio de la ofensiva.
A pesar
de transcurrir la acción en un tiempo muy breve, a través de las conversaciones
de los diferentes personajes y de los hechos que nos narra, Hemingway nos
ofrece un retrato muy veraz de lo que fueron esos primeros tiempos de la
contienda: la desorganización y la caótica indisciplina en las filas
republicanas; las luchas internas entre las distintas facciones de la República,
la falta de estrategas militares, un ambiente de desorden y de descalabro moral
donde la intriga prospera más que la lealtad. Queda muy bien reflejada la
participación de las fuerzas extranjeras como alemanes, italianos, las Brigadas
Internacionales, la Unión Soviética, apoyos muy desiguales y en menor medida
para la República. Hemingway, también resalta la importancia que tiene la solidaridad
entre los miembros del grupo para sobrevivir ( tanto física como
emocionalmente); esta obra también encierra una intensa historia de amor entre
dos personajes con realidades dispares y vivencias opuestas, María y Jordan,
seres tan antagónicos que sólo una realidad como la que están viviendo puede
unir bajo un amor tan fuerte, que no entiende de egoísmos ni mentiras.
En
esta novela hay ideales, pero por encima de ellos Hemingway nos muestra la
sinrazón de la guerra. La población se mata entre sí, algunos luchan por
ideales que ni comparten, se traicionan, y al final, en la hora de la muerte,
sean de un bando o de otro, ironías de la vida, todos buscan consuelo en el mismo Dios (exista o
no).
La
novela es de fácil lectura, con un estilo sencillo y un buen ritmo de la
historia. Muestra rasgos típicos de la pluma de Hemingway como su gusto por la
descripción minuciosa de los lugares, de las sensaciones, las personas, los
olores…es tan sutil que podemos percibirlo con un poco de imaginación. Pero en
los aspectos que más se recrea es en la descripción del ser humano, sus actos,
sus valores, sus miedos. La atracción por el peligro y la presencia de la
muerte marcaron su vida desde la niñez y aquí toman vida en la figura de Robert
Jordan. Algunos críticos, opinan que estas reflexiones y los diálogos finales son
un tanto infantiloides, quizás más en la forma que en el fondo. También podemos
considerar que la historia de amor es demasiado azucarada y poco creíble. Y para
finalizar, puede resultar curioso en nuestros días, la presencia tan marcada en
toda la novela del mundo del toro. La lidia representaba para Hemingway la
máxima expresión de un pueblo que celebra la vida y rendía culto a la muerte.
Hemingway fue un hombre
dotado de una gran sensibilidad. Sin embargo, su personalidad creativa y atormentada,
quedó eclipsada por la fachada de tipo duro, aventurero y vitalista que el
escritor se labró hasta los últimos años de su vida.
Hemingway, estuvo casado en cuatro ocasiones: Hadley
Richarson, Pauline Pfeiffer, Martha Gelhorn y Mary Welsh. Su actitud con las
mujeres fue paternalista y dominante a
la vez que tierna y sensible. Cada vez que el escritor cambiaba de proyecto o
de país, parecía llevar parejo la necesidad de una nueva presencia femenina en
su vida y muchas de estas experiencias aparecen reflejadas en sus novelas.
La
faceta de juerguista completa el retrato del Hemingway escritor, boxeador,
deportista, aventurero, cazador, pescador o mujeriego. Desde su juventud,
aprovechó cualquier ocasión para celebrar la vida brindando con una copa.
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